Como el séptimo
mandamiento nos prohíbe los actos exteriores contrarios a los bienes
del prójimo, el décimo mandamiento prohíbe los actos
internos, es decir, el deseo de quitar a otros sus bienes, de adquirirlos
por medios injustos, o de usar de ellos de modo contrario a la recta razón,
en otras palabras, prohibe el deseo desordenado de adquirir o gozar de bienes
materiales.
La razón de este mandamiento es muy clara
y profunda: el corazón del hombre ha de estar libre de todo tipo de
ataduras pues sólo así es capaz de amar a Dios con la plenitud
que El ha ordenado (cfr. Deut. 6, 4ss.). Jesús muestra repetidas veces
el motivo de fondo para vivir este precepto: " donde está tu tesoro,
ahí está tu corazón‑ (Mt. 6, 2 1 ), de suerte que "
no se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero" (Mt. 6,24).
"Si vuestro oro y plata se han enmohecido (p.
ej., por la carencia de obras buenas), la herrumbre de esos materiales dará
testimonio de vosotros, y devorará vuestras carnes como fuego" (Sant.
5,3). También otros muchos textos de la Sagrada Escritura donde se
nos habla de lo mismo: Lc. 12, 15, 21; Mt. 5, 3; Rom. 13, 9; Sant. 2, 1‑5.
La liberalidad es la virtud que regula el amor
a las cosas materiales, y dispone a emplearlas según el querer de
Dios.Incluye, pues, dos aspectos: a) moderar el amor a las cosas materiales
(contra la avaricia), b) emplear los bienes según el querer de Dios
(contra la prodigalidad).
Dios bendice a los que ayudan a los pobres y
reprueba a los que se niegan a hacerlo: "A quien te pide da, al que desee
que le prestes algo no le vuelvas la espalda" (Mt. 5,42). Gratis lo recibisteis,
dadlo gratis" (Mt. 10, 8). ‑Jesucristo reconocerá a sus elegidos en
lo que hayan hecho por los pobres (cfr. Mt. 25, 31‑36)".
La avaricia consiste en el deseo desordenado
de los bienes materiales. Es uno de los pecados llamados capitales, ya que
de él, como de su fuente o cabeza, brotan otros muchos. Fue el pecado
de Judas: su apegamiento al dinero constituyó el inicio del camino
que lo llevó a traicionar a Jesucristo ( Jn. 12, 4‑6).
La prodigalidad es el vicio que lleva al abuso
en la disposición del dinero, gastándolo de manera inconsiderada
y desmesuradamente.