NUESTRA SEÑORA DE LA REVELACIÓN
1947 d.C.



   Se aparece a Bruno Cornacchiola y sus tres hijos el día 12 de abril de 1947 en un lugar de las afueras de Roma, llamado Tre Fontane. Bruno, después de su servicio militar en 1936, se había hecho comunista y anticlerical. No había querido casarse por la Iglesia, pero su esposa le había insistido tanto que aceptó casarse en la sacristía, pero sin misa y sin confesarse ni comulgar. Después se fue a combatir en la guerra civil española. Allí se hizo amigo de un protestante alemán que le inculcó un gran odio al Papa y a la Iglesia católica. Por eso, compró un puñal en Toledo y en él escribió: “A morte il Papa” (muerte al Papa). Cuando regresó de la guerra, convertido en feroz anticatólico, cogió todos los rosarios, libros e imágenes de su casa, especialmente un crucifijo, y los despedazó y los quemó. Ese crucifijo roto lo verá en la gruta, a los pies de la Virgen en el momento de la primera aparición. Junto a él había también una sotana, la de un sacerdote a quien él se la había roto, al cerrarle bruscamente la puerta del tranvía, cuando era tranviario en Roma. Ese sacerdote anciano se cayó y se rompió el fémur. Años más tarde, al ir a visitar enfermos como fervoroso católico, encontrará a este sacerdote y le pedirá humildemente perdón y le ayudará a misa.

   Al poco tiempo, después de quemar todas las imágenes de su casa, entra en la secta de los adventistas y es tan activo que él mismo convierte a otros 135. El día de la primera aparición estaba preparando con su Biblia un sermón contra la Inmaculada Concepción. María se le aparece con la Biblia en la mano para indicarle que de Ella habla la Biblia, el libro de la Revelación. Y le dice que rece el rosario todos los días, porque “las Avemarías dichas con fe son como flechas que llegan al corazón de Jesús”.

   Aquel día se sentía tan feliz que decía: “Quien ha tenido la alegría excepcional de ver la belleza tan celestial de María no puede hacer otra cosa que desear morir para poder gozar de tanta felicidad en el cielo”. María le habló de los tres puntos blancos del amor y de la unidad. Primero, la Eucaristía (hostia blanca y pura). Segundo, la Inmaculada Concepción (blanca pureza de María). Tercero, el Papa, vestido de blanco. Por eso, él dice: “He aquí la verdadera Iglesia de Cristo, la Iglesia que vive de Jesús Eucaristía, que reconoce a María Inmaculada y que obedece y defiende al Papa... El que no quiere vivir esta unidad de amor y de obediencia con Cristo Eucaristía, María Inmaculada y el Papa, se opone a la voluntad de Jesucristo”. Pero veamos lo que dice de aquel día de la primera aparición: “Fui a dar un paseo con mis tres hijos, Carlos, Gianfranco e Isola a Tre Fontane. Mientras mis hijos jugaban a la pelota, yo aproveché el tiempo para preparar una charla contra la Inmaculada Concepción, buscando argumentos en la Biblia, que llevaba conmigo. En un cierto momento, Gianfranco e Isola me invitaron a buscar la pelota, que habían perdido en una de las cuevas. En una de ellas, encontré a Carlos, de rodillas, en éxtasis, como petrificado, blanquísimo, con las pupilas dilatadas. Decía: ¡Hermosa Señora! ¡Hermosa Señora! Al llegar los otros dos, cayeron de rodillas, igualmente en éxtasis.

   Pensando que era una trampa diabólica grité aterrorizado: Señor, sálvanos. En aquel momento, la gruta como que desapareció y vi una figura de mujer bellísima. El rostro era de tipo oriental, el pelo negro, recogido con un manto verde, que desde la cabeza le llegaba hasta los pies. Bajo el manto tenía una túnica blanquísima con una faja color rosa. Con la mano derecha sostenía un libro contra su pecho y con la izquierda me indicaba una sotana negra en el suelo y una cruz rota. Con una voz suavísima, como de música, me dijo: Yo soy la que estoy en la Trinidad divina. Soy la Virgen de la Revelación. Tú me persigues: ¡Ya basta! entra en el redil santo. Te han salvado los nueve primeros viernes de mes del Sagrado Corazón que hiciste antes de entrar en el camino de la mentira. Obedece la autoridad del Papa... Mi cuerpo no se corrompió ni podía corromperse. Mi Hijo y los ángeles me vinieron a tomar en el momento de mi tránsito (dogma de la Asunción)... Y me recomendó el rezo diario del rosario por la conversión de los pecadores, de los incrédulos y por la unión de los cristianos... El coloquio celeste duró desde las tres y veinte hasta las cuatro cuarenta. Lo extraño es que de este extraordinario discurso no he podido olvidar ni siquiera una sílaba y, aunque no hubiese escrito enseguida un resumen, me hubiera quedado igualmente impreso en el alma”.

   Inmediatamente después de la aparición, sienten en la gruta un perfume maravilloso. Bruno limpia la gruta, que estaba llena de suciedad, y graba con una llave estas palabras: “El 12 de abril de 1947 se apareció en esta gruta la Virgen de la Revelación al protestante Bruno Cornacchiola y a sus hijos”. Después, caminando a su casa, entran en la Iglesia de la abadía cercana y mostrándoles el sagrario les dice a sus hijos: “Hijos míos, antes siempre os he dicho que Jesús no está ahí y os he prohibido rezar, pero ahora os digo que Jesús está ahí, que habita ahí, dentro de esa casita. Adoradlo”.

   Su hija Isola le dice: “¿Rezamos alguna oración?” Isola sabía el Avemaría y la repitieron todos juntos con lágrimas en los ojos, con amor a la dulce Madre María. Al llegar a casa, le cuentan todo a Yolanda, su esposa, y ella le recuerda: “La Virgen ha cumplido su promesa de salvarte. ¿No comulgamos, haciendo los primeros viernes?”. Y rezan juntos el rosario.

   Al día siguiente de la aparición, Bruno fue a colocar a la gruta esta inscripción: “Yo era colaborador del mal, enemigo de la Iglesia y de la Santísima Virgen, el 12 de abril de 1947, en este lugar, se me apareció a mí y a mis hijos la Santísima Virgen de la Revelación. Me dijo que yo debía, con las señales y revelaciones que me daba, volver de nuevo a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana... Amad a María, nuestra dulce Madre. Amad a la Iglesia. Ella es el manto que nos protege del infierno. Rezad mucho. Rezad”.

   A partir de ese día, Bruno Cornacchiola, con sus 34 años, renunció a su fe adventista y retornó a la Iglesia Católica. En vez de predicar sermones contra la Inmaculada Concepción, hablaba de María Inmaculada y Asunta al cielo, como Ella misma se lo reveló. Desde entonces, ha recorrido el mundo, dando miles y miles de conferencias sobre el amor a María y a la Iglesia, la obediencia al Papa y el amor a Jesús Eucaristía (los primeros viernes lo salvaron). María se le siguió apareciendo unas 26 veces más a lo largo de los años. El 12 de abril de 1980, 33 años después de la primera aparición y ante treinta mil personas reunidas en la gruta, en el momento de la consagración de la misa, ocurrió el milagro del sol, durante media hora. El sol podía mirarse directamente sin que dañara la vista y giraba vertiginosamente sobre sí mismo, irradiando diversos colores. El sol apareció como una gran hostia blanca y en el centro se veían las letras JHS para indicar la presencia de Jesús en la hostia blanca de la Eucaristía. Este prodigio se repitió el 12 de abril de 1982.

   Actualmente en Tre Fontane (Roma) existe un gran santuario, construido en 1957, cuya custodia está encomendada a los Padres franciscanos. Allí se realizan grandes milagros de curaciones y conversiones para gloria de Dios. El santuario está dedicado a la Virgen de la Revelación, es decir, a la Virgen de la Biblia.

   Los Papas han apoyado esta devoción sin declaraciones oficiales. El mismo año de la aparición, el 5 de octubre de 1947, el Papa Pío XII bendijo una estatua de la Virgen, que fue llevada triunfalmente hasta Tre Fontane por más de cien mil personas. El mismo Papa, el 1º de noviembre de 1950, proclamó solemnemente el dogma de la Asunción de María a los cielos, del cual Ella le había hablado en la primera aparición.

   María quiso aparecerse a un protestante en Roma, en el corazón de la cristiandad, para indicarle el camino de la verdadera fe y, como Ella dice, evitar el camino de la mentira.

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(Escuela Cima)