El encuadre es tal
vez el elemento que más nos puede ayudar a comprender
cómo se construyen las imágenes, y cómo en
éstas podemos ver exclusivamente aquello que el realizador de
las mismas desea que percibamos. En el marco del encuadre nos asomamos
a una construcción de la realidad, nunca a la realidad misma.
(http://sepiensa.org.mx)
Cuàl
serìa el asombro del inventor francès Nicèforo
Niepce al comprobar que habìa formado una imagen del paisaje que
veìa desde su ventana. Aquella imagen lograda en 1826 establece
el inicio de una tecnologìa: la fotografìa. Niepce, quien
dedicò su vida a la invenciòn y al descubrimiento,
buscò afanosamente obtener una imagen y reproducir la realidad.
Como hombre sabio de su tiempo, su formaciòn fue producto del
conocimiento de la fìsica y de la quìmica modernas.
Èl sabìa que en Alemania Johann-Henrich Schulze
habìa descubierto, en 1727, que el nitrato de plata se
oscurecìa al exponerse a la luz y tambièn que en 1796
otro alemàn, Alaysius Senefelder, habìa inventado la
litografìa, impulsando las artes gràficas y la
posibilidad de obtener mùltiples copias de una imagen, inclusive
a colores. Niepce debiò estar al tanto de los experimentos del
inglès Thomas Wedgwood, quien en 1807 logrò imprimir
imàgenes con luz, siguiendo los experimentos de Schulze, pero
las mostraba en la penunbra pues no habìa logrado fijarlas, es
decir, detener la sensibilidad de la plata a la luz. Desde 1814,
Nicèforo Niepce y su hermano buscaron la manera de registrar una
imagen luminosa en una piedra litogràfica, pero sus pruebas y
errores los llevaron a sustituir la piedra por un metal.
En 1829,
Niepce confìa sus descubrimientos al parisino Louis Jacques
Mandè Daguerre, dueño del espectàculo del diorama.
Con èl, Niepce formò una sociedad para desarrollar esta
tècnica de fijaciòn de las imàgenes. Ocho
años màs tarde, en 1837, ambos inventores lograron
sustituir la resina de colofonia por yodo. Con gran cuidado colocaban
una placa de cobre plateada y pulida como espejo dentro de una caja
hermètica, donde, en el fondo, habìa un recipiente con
yodo: la placa, con el lado plateado boca abajo, se deslizaba por una
hendidura abierta en la parte superior de la caja y se mantenìa
unos minutos expuesta a los vapores de yodo. En la penumbra se retiraba
la placa para entonces colocarla en el respaldo de una càmara
oscura, es decir, la càmara fotogràfica; cuando se
habìa seleccionado el motivo por aprehender, simplemente de
destapaba la lente y en tres minutos y
unos
segundos, con buena luz de
dìa, se obtenìa la exposiciòn. Nuevamente en el
cuarto oscuro y dentro de un gabinete cerrado se exponìa la
placa a los vapores del mercurio que revelaban la imagen. Lo que
sucedìa en este punto era que el mercurio formaba una amalgama
con la plata expuesta y ennegrecida por la luz. Inmediatamente la placa
se sumergìa en un baño de hiposulfito de sodio para fijar
la imagen y eliminar los residuos de yodo. Posteriormente la placa se
lavaba con agua y se dejaba secar.
La
fotografìa desde sus primeros tiempos se ganò un lugar en
la sociedad. Durante los primeros 10 años del daguerrotipo,
entre 1839 y 1850, la sociedad quedò asombrada por el invento y
muchos se apresuraron a conseguir sus retratos, exquisitamente
dispuestos en estuches forrados de cuero y terciopelo del tamaño
de una cartera. Damas, caballeros y niños, familias enteras y
amigos, perpetuaron su paso por el mundo tomàndose un
daguerrotipo vestidos con sus mejores ropas. Los daguerrotipos muestran
a personas en pose altiva y mirada visionaria puesta en el infinito.
Gracias a estas imàgenes podemos conocer la vida cotidiana del
siglo XIX. Para 1851, en Parìa habìan sido producidas
màs de 21 millones de placas para daguerrotipo y sobre ellas se
imprimieron imàgenes para la ciencia, el gobierno, la historia,
las ciencias naturales, la astronomìa, la òptica, la
arquitectura, las expediciones arqueològicas, los viajes, las
guerras, el arte, etc. El daguerrotipo, al igual que los demàs
procesos fotogràficos que le sucedieron, invadiò la vida
del siglo XIX. El apogeo de la fotografìa fue
contemporàneo del ferrocarril, el telègrafo, los buques
de vapor, los globos aerostàticos, todos ellos medios de
comunicaciòn que acortaron distancias.
Las
imàgenes fotogràficas impresas sobre
papel, montadas en hermosos àlbumes, reproducìan las
maravillas arquitectònicas del mundo antiguo: Grecia, Asia y
Roma o las iglesias romànicas y gòticas europeas. Pero
las imàgenes fotogràficas tambièn reportaron la
intervenciòn norteamericana en Mèxico, las atrocidades de
la guerra civil estadounidense, el Imperio de Luis Bonaparte, la
intervenciòn francesa en nuestro paìs y el Imperio de
Maximiliano (inclusive su fusilamiento en Querètaro), la guerra
de los bòers en Sudàfrica, la insurrecciòn de los
bòxers en China, etc. Las fotografìas circularon entre la
sociedad a manera de àlbumes, conjuntos de vistas
estereoscòpicas (tercera dimensiòn) que se
ofrecìan por suscripciòn, acompañadas por un visor
especial para apreciar el volumen virtual de cada imagen. Los estudios
fotogràficos ofrecìan fotos del tamaño de las
tarjetas de visita con el retrato de personajes pùblicos,
civiles, militares y religiosos. Las òpticas vendìan los
objetos y accesorios fotogràficos para lanzarse al quehacer de
las imàgenes. Habìa manuales, guìas e instructivos
para adquirir la mayor de las destrezas en la tècnica y el arte
de la fotografìa. De esta manera se pudo sentir al mundo
màs cerca y perpetuar la presencia de los individuos en
èl. Pero tambièn hubo la intenciòn, desde el
principio, de ver la fotografìa como una expresiòn
artìstica, como un espacio para la ficciòn, màs
allà del mero retrato o de la funciòn documental.
La
fotografìa pronto
se aplicò a la astronomìa. En 1874 el astrònomo
francès Janssen diseñò un revolver
fotogràfico guiado por un sistema de relojerìa; de esta
manera logrò atrapar series de imàgenes que
describìan la trayectoria de los cuerpos celestes en su lento
paso por la bòveda, entre ellas, el trànsito de Venus.
El plano general puede ser una panoràmica o un
paisaje si se trata de una gran distancia. En este caso el sujeto o
tema es el contexto mismo. Toda imagen de paisaje o panoràmica
describe un entorno, un escenario y al mismo tiempo trata de
envolvernos, de hacernos sentir en ese medio. Piense el lector, por un
momento, en una imagen del desierto del Sahara. Los tonos de la
fotografìa seràn amarillos y ocres para la arena y las
dunas que se multiplican y pierden en el horizonte. Cuando nuestros
ojos llegan a la ùltima hilera de dunas saltan al azul intenso
del cielo y enseguida a un sol radiante y cegador. Pronto bajamos la
mirada al margen inferior de la imagen, donde encontramos la textura de
la arena captada por la nitidez que nos hace sentir que està
ahì, enfrente, y que sòlo basta estirar la mano para
sentir el calor de esa regiòn milenaria.